Como desarrollador de software, gran parte de mi trabajo consiste en construir sistemas que interpreten y ejecuten instrucciones. Esto me ha llevado, de forma natural, a preguntarme por la naturaleza del lenguaje que usamos para dar esas instrucciones. La pregunta parecía simple, casi una obviedad: ¿es el lenguaje un simple reflejo de nuestro pensamiento, o es la herramienta con la que lo construimos? Comenzó como una curiosidad personal y se convirtió rápidamente en una reflexion que desmanteló algunas de mis suposiciones más básicas sobre cómo estructuramos la realidad.

No voy a presentar una conclusión definitiva. Voy a contar cómo una serie de preguntas fueron desvelando capas de complejidad que no esperaba. A continuación reproduzco el camino que seguí en la exploración, desde la duda inicial hasta la síntesis final, porque el valor no está solo en el destino, sino en el proceso de reajuste constante.

La duda sobre el andamiaje universal

Mi andamiaje mental, como el de la mayoría de los hablantes de lenguas indoeuropeas, se basa en una estructura aparentemente fundamental: un sujeto que realiza una acción sobre un objeto. “El programador compila el código”. Esta tríada (Sujeto-Verbo-Objeto) me parecía la parte fundamental de la comunicación lógica. La pregunta inicial, aparentemente inocente, fue si este andamiaje era universal o simplemente una peculiaridad de mi entorno lingüístico.

No me interesaba tanto si el orden de las palabras cambiaba (SVO, SOV, VSO), sino si los propios conceptos de “sujeto que realiza” y “objeto que recibe” eran los bloques de construcción universales del pensamiento. Me resultaba complicado incluso imaginar otras formas de comunicación que no operaran con estos principios. La duda, sin embargo, estaba puesta.

Cuando el ‘sujeto’ no es único

La respuesta llegó de la mano de las lenguas ergativo-absolutivas, como el euskera. El descubrimiento no fue una revelación súbita, sino la confrontación directa con una lógica alternativa que desmontaba mi pilar fundamental.

En español, el “sujeto” de “El hombre duerme” y el de “El hombre come la manzana” es la misma entidad gramatical. En una lengua ergativa, la lógica es distinta. El sistema no opera con un “sujeto” único, sino con dos roles:

  • El Absolutivo: La entidad que está en un estado (“el hombre que duerme”) o la que recibe la acción (“la manzana”).
  • El Ergativo: La fuerza externa que inicia una acción transitiva (“el hombre que come”).

El sistema agrupa al “hombre que duerme” con “la manzana comida”, y trata al “hombre que come” como un elemento aparte. El concepto de “sujeto” único, en el que yo basaba mi comprensión de la lógica, se rompía en dos. No era una variación superficial; era una redefinición completa de cómo se categorizan los participantes de un evento.

Más allá de agentes y pacientes

Una vez que el primer pilar cedió, otros ejemplos reforzaron la idea de que la diversidad era estructural, no anecdótica. Encontramos lenguas donde el concepto central no es el “sujeto” sino el “tópico” (de qué se está hablando), como en japonés. Otras, como el quechua, donde el verbo obliga a codificar la evidencia fusionando la acción con la fuente del conocimiento.

Incluso existen lenguas, como las de la familia salish, donde la línea entre sustantivos y verbos es tan difusa que una palabra como “lluvia” puede funcionar como ambas cosas sin ningún cambio. La realidad no se empaqueta en “cosas” y “acciones”, sino en “eventos” y “estados”. Estos no eran juegos gramaticales; eran auténticos andamiajes cognitivos que entrenaban a sus hablantes para atender a relaciones del mundo que mi propio lenguaje me había enseñado a ignorar.

¿Hay una estructura profunda común?

La siguiente pregunta fue casi obligatoria. ¿Estaríamos ante formas de pensar genuinamente distintas, o todas estas variaciones eran simplemente “pieles” distintas sobre una estructura profunda común? Esta es, en esencia, la hipótesis de la Gramática Universal de Noam Chomsky. La idea de que nacemos con un órgano lingüístico innato y que las diferencias son solo ajustes de parámetros.

La hipótesis chomskyana de la Gramática Universal es interesante y controvertida. Presenta un órgano lingüístico innato y las diferencias solo como ajustes de parámetros. Sin embargo, la evidencia de la diversidad lingüística extrema la ha puesto en entredicho. Teorías como la Gramática de Construcciones o la Semántica de Marcos proponen alternativad. No hay una sintaxis profunda universal. Lo que hay son patrones cognitivos generales (causalidad, intención, transferencia) que cada lengua “empaqueta” de maneras radicalmente diferente. La construcción ergativa, por ejemplo, no es una versión superficial de la nominativa. Es la estructura profunda para un hablante de vasco, como demuestran experimentos sobre cómo el lenguaje moldea la percepción (Boroditsky, 2001).

De la oposición a la retroalimentación mutua

La reflexión sobre lo anterior me lleva a la conclusión de que la relación no es de dominancia (el lenguaje sobre el pensamiento o viceversa), sino de construcción mutua y retroalimentación continua.

Nuestra cognición universal (experimentar el mundo con un cuerpo, sentir la gravedad, ser agentes) crea la materia prima. Una cultura, en su entorno específico, prioriza ciertas relaciones y crea un lenguaje para codificarlas. Una vez que ese lenguaje se internaliza, se convierte en la herramienta, el “andamio” del que hablaba Vygotsky, con la que pensamos de forma abstracta y compleja. La herramienta que usamos para describir el mundo acaba por moldear la manera en que lo exploramos. Es un ciclo donde cada elemento alimenta y redefine al otro.

Un modelo dinámico de retroalimentación entre lenguaje y pensamiento

Mi conclusion sobre estas reflexiones es que se trata un modelo dinámico. La mente humana de base pero profundamente moldeada por su contexto cultural y físico. Las lenguas no reflejan mentes incompatibles, sino distintas soluciones al mismo problema de cómo construir un modelo coherente y compartible de la realidad.

Para quienes construimos sistemas, esta reflexion no es un mero ejercicio intelectual. Si la función universal del lenguaje, por debajo de toda su diversidad gramatical, es expresar relaciones entre conceptos, entonces un sistema que almacene conocimiento de forma fiable puede hacer exactamente lo mismo.

La estructura de un grafo de conocimiento, la tripleta (Entidad) -> [Relación] -> (Entidad), ya no es un artificio informático. Es un reflejo de la función esencial del lenguaje. Estas reflexiones me han enseñado qué debemos capturar y almacenar el andamiaje de relaciones que el lenguaje natural transporta. Que podemos entender y usar esas gramaticas para almacenar el conocimiento. Y que cualquiera deberia valernos (en mayor o menor grado) ya que todas nos sirven para comunicarnos.

El gran obstáculo histórico, el que frustró a tantos proyectos de IA simbólica, siempre fue el cómo hacerlo. Extraer estas relaciones semánticas del texto de forma automática y fiable era una tarea compleja. Ahora podemos utilizar Modelos de Lenguaje Grandes, que con su dominio estadístico del lenguaje, nos ofrecen por primera vez la herramienta para actuar como traductores universales, capaces de leer la superficie del texto y revelar el andamiaje de conocimiento que hay debajo.

Para saber más

Si estas interesado en profundizar mas en la lingüística y la ciencia cognitiva aquí hay una selección de obras y autores clave que exploran cómo el lenguaje estructura nuestra percepción del mundo.

  • Sobre el debate de Lenguaje y Pensamiento (La Hipótesis de Sapir-Whorf):
    • “El Instinto del Lenguaje” de Steven Pinker. Una obra de divulgación fundamental que, aunque defiende una postura más universalista, explica de forma magistral el debate y sirve como un excelente contrapunto a las ideas del relativismo lingüístico.
    • La obra de Lera Boroditsky. Es una de las investigadoras más importantes en el relativismo lingüístico moderno. Sus charlas (disponibles online) y artículos están llenos de ejemplos fascinantes (como la percepción del tiempo o la orientación espacial) que demuestran cómo el lenguaje que hablamos moldea nuestra cognición.
  • Sobre la Asombrosa Diversidad del Lenguaje:
    • “A través del espejo del lenguaje” de Guy Deutscher. Un libro accesible y narrativo que explora cómo diferentes lenguas obligan a sus hablantes a prestar atención a distintos aspectos de la realidad, desde el género gramatical hasta los colores.
    • La obra de R. M. W. Dixon. Para un enfoque más técnico, Dixon es una autoridad mundial en lingüística y ha escrito extensamente sobre la ergatividad, ofreciendo una descripción profunda de este sistema gramatical.
  • Sobre el Lenguaje como Herramienta Cognitiva:
    • “Pensamiento y Lenguaje” de Lev Vygotsky. El texto clásico donde se desarrolla la idea del lenguaje como un “andamio” para el pensamiento de orden superior. Es la base de gran parte de la síntesis final del artículo.
    • “Metáforas de la vida cotidiana” de George Lakoff y Mark Johnson. Una obra revolucionaria que demuestra cómo las metáforas, lejos de ser meros adornos, son estructuras fundamentales de nuestro lenguaje que organizan activamente nuestro pensamiento y nuestra forma de entender el mundo.